martes, 10 de abril de 2018

Descárgate nuestro EP "almas en el alambre"

 Disponible en Bandcamp. Y también puedes descargar nuestra primera demo "Vida serpiente".

Totalmente autoproducidos y autofinanciados... vamos, verdadera música independiente...



miércoles, 22 de agosto de 2012

Crónicas de una banda de Rock: Del Gremio en Cabra (Córdoba) 11 de agosto de 2012. Sala Bohemios. (1ª parte)


Del Gremio Al filo de lo imposible. (1ª parte)

Si uno se fija en la etiqueta de Anís del Mono podrá leer:“lo dijo la ciencia y yo no miento”. No sé si la ciencia se ha pronunciado al respecto, pero lo que es yo, no son pocas las veces que he defendido que la pertenencia a una banda de rock es una actividad de riesgo. Y no es que desde aquí se pretenda deslegitimar actividades como la de artificiero en Afganistán, minero o sexador de pingüinos en el Círculo Polar Ártico, pero convendrán conmigo en una idea simple: tomar carretera y manta un mediodía de 11 de agosto para recabar en Córdoba en plena ola de calor y alerta roja-morada-color butano, no es precisamente ese tipo de actividad que uno considera, así como así, recreativa.

Como siempre, la jornada comenzó con nuestra irremediable vocación de campeones universales de Tetris, intentando colocar en dos coches el inabarcable caos informe que supone el contenido de nuestro local de ensayo. Dios tardó seis días en dar orden a algo parecido; nosotros, tras una hora y cuarto de encajes imposibles, conseguíamos cerrar los maleteros y ponernos en camino rezando para no habernos dejado ningún cable imprescindible.

Como si se tratase de una versión inversa de The final countdown, mientras la carretera avanza, uno observa cómo el termómetro del panel del coche va ascendiendo y acercándose peligrosamente a una cifra que, más que a una temperatura, se asemeja a la prima de riesgo del país. Los avisos telefónicos entre los dos coches y los cuatro miembros del grupo se concentran en concisas exclamaciones como -“¡Va a explotar!”, “Si encendemos el aire acondicionado el coche no tira”- o -“Vamos a morir aquí”-

A las 14:30 horas arribamos a la egabrense localidad donde, sobrepasados los 46 grados centígrados, el mundo parece haberse desintegrado, pero el grupo ha llegado. Al salir del coche la sensación es parecida a meter la cabeza en un horno pirolítico de los que anuncia Arguiñano; pero, aún así, -reincido- hemos llegado. Estamos a las puertas de la sala dispuestos a descargar y somos recibidos con no poca amabilidad por la encargada, que al ver a alguno de nosotros , que al borde de la deshidratación, parece dispuesto a beberse el líquido del limpiaparabrisas, señala: -Hoy no es para tanto; tendrías que haber venido ayer. Eso sí que era calor...-.

15:30. Descargados ya los trastos y tras un par de cervezas cortesía de la casa, nos dirigimos a nuestro aposento con ánimo de descansar un poco hasta la hora del montaje. De todos es sabido que, de entre todas las razones posibles por las que un grupo de rock quiere llegar al estrellato, por encima de la pasta a raudales, de la grabación de discos, de los fans enfervorecidos, de las drogas, de las señoritas con el curioso empeño de que les sea inspeccionada profusamente la ropa interior... por encima de todo eso, en la mente de cualquier rockero, está el enfermizo deseo de que antes y después del concierto haya personas que monten y desmonten el escenario por él. No hay nada comparable a eso. Pero no; nosotros tenemos que montar, sonorizar, arreglar, ensamblar, probar, medicar y múltiples acciones más marcadas por verbos de la primera conjugación. Así que llegando al aposento, antes de subir, optamos por un relajado café en el bar de abajo. Nuestro guitarra solista, egabrense adoptivo y conocedor del terreno, ante tal idea, nos advierte de lo peligroso de la misma, y ante nuestra insistencia en entrar, tomar un café e irnos, huye a todo trote diciendo que luego nos vemos. Ante el cartel del pequeño bar y, tras la reacción de nuestro compañero, no puedo si no dibujar en mi mente otro cartel adjunto, grabado con las palabras que Dante lee al entrar en el infierno: “Los que entráis aquí abandonad toda esperanza”.

Fundido en negro. Una hora y media después nos hemos hermanado casi sanguíneamente con los parroquianos del bar, nos hemos fotografiado con todos y cada uno de ellos, nos han hecho padrinos de sus recién nacidos hijos, y nosotros hemos prometido dedicar tal número de canciones a todos los presentes que, puestos a echar cuentas, requerirían que el concierto durase hasta septiembre. Exaltación de la amistad, bailes regionales, insultos contra el clero, pero viva la virgen de la sierra, etc, etc... Eso sí: de los cafés no se sabe nada; copas, muchas, un montón; tantas que los conceptos de espacio y tiempo empiezan a desaparecer. También misteriosamente desaparece el vocalista de la banda, a lo Steve McQueen en La gran evasión. Horas después, batería, bajista y vocalista consiguen llegar al apartamento como si los escasos 20 metros que separan la cafetería del mismo, tuvieran realmente la extensión del desierto del Gobi. Hay que descansar; relajarse; dormir. Es justo y necesario. Glorificando por encima de todas las cosas existentes a la máquina de aire acondicionado nos quedamos dormidos. Quince minutos después suena el despertador para avisarnos de que ya son las nueve de la noche y toca ir a montar.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Crónicas de una banda de rock. 1. Un momento tan malo como otro cualquiera.

Pues eso. Se trata de un momento tan malo como otro cualquiera. Cuando ya nos acercamos a nuestro cuarto aniversario como la formación actual de Del Gremio, nos damos cuenta de que tenemos un blog abierto; nuevecito; sin estrenar. Limpio de polvo y paja. Esperando a que alguien soltase la cerveza para escribir unas palabras. 

(EDICIÓN DE ÚLTIMA HORA: Mientras peleo con Internet para colgar todo esto, me doy cuenta de que alguien ha colgado una crónica del último bolo, adelantándose a mi intención de inaugurar esta historia. Es lo que tiene despertarse a horas prudentes...)

Un buen motivo para inaugurar un blog, para cualquier banda de bien, sería la publicación de su primer álbum con una multinacional, la participación en un macro festival, o su primera denuncia por escándalo público. En nuestro caso, el motivo que me lleva hoy a hacer los honores de este, no corre por esos derroteros, pero me parece, tan meritorio, kafkiano o inexcusable como los otros mencionados.

Y es que ayer limpiamos el local de ensayo.

Puede parecer una tontería. Pero no duden, señoritas y caballeros seguidores de Del Gremio, que para nosotros se ha convertido en algo digno de mención. Y solo han hecho falta un par de años para tomar la decisión, 52 botellas de lejía, 19 garrafas de salfumán, 16 fregonas, 25 escobas de púas, 2 equipos de desratización a jornada completa durante seis días, 24 paquetes de estropajo de aluminio “bosque verde”, un comando de marines del ejército de los U.S.A. (desaparecidos después de un violentísimo ataque cucarachil), 4 máscaras antigás, un palé de ambientadores de pino, una cinta de casette de Bordón 4 y cerveza. Mucha cerveza.

El caso es que ayer nuestro local volvió a parecer un lugar apto para la ocupación humana. Al menos una parte de él. De hecho descubrimos un par de metros cuadrados en los que no habíamos reparado hasta la fecha. Y este descubrimiento nos llevó a la feliz idea cambiar la disposición espacial de los instrumentos, amplificadores y componentes del grupo.

Ni el más experimentado jugador de Tetris puede imaginar los quebraderos de cabeza que estos cambios conllevan. Hay que estar en un grupo para saberlo. Parafraseando a Lope de Vega “quién lo probó lo sabe”. A continuación se propone una reconstrucción de este tipo de conversación:

-David: Los bafles al fondo. Para que el sonido salga en la misma dirección, los dos bafles deberían ir al fondo. De la otra manera vamos a terminar todos sordos.
-Dicky: ¿Los cables del bombo? ¿Nuestra batería tiene cables? ¿Qué dice de bolos gordos?
-David: (gritando y señalando con el dedo) LOS BAFLES AL FON-DOOOO. ¡BAAA- FLEEES!
-Javi: Definitivamente, deberíamos empezar a plantearnos bajar de volumen en los ensayos...
-Curro: Deberíamos ponerlos enfrentados en diagonal oblicuo. ¡Así lograríamos un sonido envolvente! ¡Lo vi en un documental de Pink Floyd!
-David: Envolvente... envolventes van a ser los acoples cuando encendamos un micro. Ya os lo he dicho. Hay que tener en cuenta la variación oscilostrópica y filarmónica del rango dinámico y el espectro dinamométrico.
-Curro: Aaaah... Claro... Eso es que no, ¿no? Estooo... ¿Y puedo poner un cenicero?
-Javi: Además la batería no cabe. ¡Y yo esta vez quiero sitio! No estoy dispuesto a volver a entrar a la batería descolgándome por el techo en plan misión imposible.
-David: ¿Y entonces donde pongo el subwoofer de 45 pulgadas que he pedido esta mañana a Thomann? ¿Me lo como? ¿Lo cuelgo de la lámpara? (nota para los profanos: Thomann: Almacén alemán de instrumentos musicales)
-Dicky: ¡Eso te pasa por comprar la paellera de Villarriba y Villabajo en vez de un altavoz normalito! Además el techo me lo he pedido yo para el amplificador de armónicas.
-Javi: ¡Que la batería no cabe! ¡No cabeee! Claro, que si Curro quitara la pedalera...
-Curro: ¡La pedalera no se toca! ¡Además, ya la he clavado al suelo con tornillos! ¡Vade retro! Todavía tengo que encontrar sitio para la percha de la guitarra.
-Dicky: ¿Flechas en la Alpujarra? ¿Se puede saber de qué estáis hablando? ¿Hay sitio para el afinador de panderetas?


Afortunadamente, parece que al fin hemos logrado llegar a un acuerdo, y con la mediación y bajo la atenta mirada de los cascos azules de la O.N.U. el techo del local permanece como zona libre de agresiones. Próximamente presentaremos alguna instantánea que lo atestigüe.


Salud Gremios, nos vemos pronto.